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18 diciembre 2021
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Hablar de sexualidad en personas con discapacidad y/o diversidad funcional (discapacidad intelectual, parálisis cerebral, daño cerebral adquirido, TEA y autismo, discapacidades físicas, discapacidades sensoriales: auditiva y visual, enfermedad mental,…) es, en general, hablar de desconocimiento, prejuicios y tabúes.
Si ya cuesta hablar de sexualidad por un lado, y de personas con discapacidad o diversidad por otro; cuesta mucho más hablar de sexualidad en personas con discapacidad.
Es importante comprender que una persona con discapacidad no es una persona carente de deseo o de capacidad de disfrute sexual.
La sexualidad entendida en su totalidad incluye elementos no sólo físicos o biológicos, sino también psicológicos o emocionales, así como sociales o relacionales, culturales…
La necesidad de contacto íntimo, de ternura, de expresar emociones, de conexión con otra persona a través de la piel,… es inherente al ser humano y necesaria para su desarrollo saludable a nivel individual e interpersonal.
La sexualidad no puede limitarse a la genitalidad, al orgasmo o la penetración, sería demasiado reduccionista. El cuerpo humano es sexual en su totalidad. Es por esto que cualquier persona, sea cual sea su condición a nivel físico o intelectual, puede sentir y disfrutar su sexualidad.
Lo más importante, independientemente de si hay diversidad funcional o se trata de una persona con discapacidad o no, es el autoconocimiento y una adecuada formación, a nivel de orientación y educación afectivo-sexual, tan necesaria para personas con alguna dificultad como para cualquiera de nosotros.
Sirva para ello la definición de la OMS de salud sexual:
La salud sexual, considerada afirmativamente, requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, sin coerción, discriminación ni violencia. La capacidad de los hombres y las mujeres para lograr la salud y el bienestar sexuales depende de su:
- acceso a información integral de buena calidad sobre sexo y sexualidad;
- conocimiento de los riesgos que pueden correr y su vulnerabilidad ante las consecuencias adversas de la actividad sexual sin protección;
- posibilidad de acceder a la atención de salud sexual;
- residencia en un entorno que afirme y promueva la salud sexual.
También es importante entender que, muchas veces, los problemas, las limitaciones o las dificultades que pueden aparecer proceden más desde lo social o cultural que desde la propia discapacidad en sí misma.
Por lo tanto, la clave para disfrutar de la sexualidad, da igual si hay diversidad o no, es el autoconocimiento y la educación afectivo-sexual, que nos permita vivir la sexualidad en su totalidad como un derecho humano universal basado en la libertad, en la dignidad y en la equidad entre todas las personas.
Tags: bienestar sexual, capacidad sexual, dignidad, discapacidad, diversidad funcional, equidad, Libertad, salud sexual, Sexualidad