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23 octubre 2020
Los modelos de sexualidad que hemos tenido en el pasado han cargado la responsabilidad sexual en el hombre. Él, generalmente él, era el responsable de tomar la iniciativa, de que la mujer disfrutara y pudiera llegar al orgasmo,… La mujer permanecía en un rol pasivo donde parecía que sus necesidades no eran tantas, ni las mimas en este terreno de la sexualidad que las de los hombres. Además, en muchos de estos modelos reproductivos centrados en la procreación, sólo era necesario el disfrute del hombre y no el de la mujer.
En la actualidad esto ha cambiado, sabemos que la mujer también tiene deseo y necesidades sexuales y un papel activo en su disfrute; que es ella misma, a través de su conocimiento y conexión con su cuerpo, la principal responsable de su disfrute, de su orgasmo,… o que las dificultades que pueden surgir en la sexualidad masculina (como los problemas de erección) tienen que ver más con una dificultad personal que con la pareja con la que se esté y, aunque todo esto parece muy obvio y lógico, sin embargo nos seguimos encontramos con actitudes y creencias en la línea de los modelos heredados. Son planteamientos tales como “si la mujer no tiene un orgasmo o no disfruta ¿es porque su pareja no es lo suficientemente habilidoso o no tiene suficiente experiencia para hacerla disfrutar?; o si las dificultades surgen en el hombre ¿será porque no se siente suficientemente atraído por la pareja o ésta no sabe excitarle?,…”
En el libro “El vínculo del placer” de Masters y Johnson, pioneros en la investigación sexual, aparece un párrafo en el capítulo titulado La Responsabilidad Sexual: “Hoy en día, la responsabilidad sexual es asumida paulatinamente por el individuo, sea este hombre o mujer, para no volver jamás a ser atribuida a uno solo de los sexos. Y es que ahora sabemos que de ningún modo un hombre puede ser responsable del funcionamiento sexual de una mujer, como tampoco puede ella asumir el control de las pautas de reacción sexual de él. En verdad, no hay forma de que un hombre pueda dar un orgasmo a su mujer, ni que una mujer pueda proporcionar una eyaculación al marido. Simplemente no hay manera de que un individuo pueda asumir la responsabilidad de los procesos físicos naturales del otro. Tal como no podemos respirar por otro, ni comer por otro, tampoco podemos reaccionar sexualmente por otro. (…) Un funcionamiento sexualmente efectivo es algo que se produce entre dos personas. Para que sea efectivo, ambas deben hacerlo juntas”.
Nosotros mismos, y nadie más, ni siquiera nuestra pareja, somos los responsables de nuestro propio placer sexual. Para ello es fundamental nuestro autoconocimiento sexual, conocernos a este nivel, saber nuestros gustos, estar en contacto con nuestras sensaciones corporales, dejarnos llevar,…
Al final se trata de hacernos responsables de nosotros mismo como en cualquier otra área de nuestra vida. Dejar de echar balones fuera y dejar de cargar a los demás con lo que es mío.
No somos responsables del placer del otro, sí del nuestro. Cada uno de nosotros somos libre de conocernos y pedir lo que nos gusta (por supuesto siempre respetando a la otra persona); es lo que llamamos egoísmo sexual, y esta es la mejor garantía de que de un encuentro sexual será gratificante. Si nos cargamos con el peso de placer del otro eso probablemente nos provocará inseguridad, miedo, angustia y culpa, facilitando la aparición de alguna dificultad sexual.
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