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13 septiembre 2020
Un modelo se define como algo que sirve para ser imitado reproducido o copiado.
Sin embargo no siempre tendría que ser así, al menos, no a nuestro parecer en el caso de las relaciones sexuales; donde quizás lo más recomendable sería una ausencia de modelo y que la propia persona, desde la libertad, el autoconocimiento y el respeto, pudiera elegir libremente cómo vivirla.
El modelo de sexualidad que impera en nuestra sociedad es un modelo falocrático, coitocentrista, reduccionista y exigente, basado en los genitales, la penetración y el orgasmo. Pero la sexualidad humana es mucho más que esto.
Este modelo influye de forma significativa en nuestra capacidad de goce sexual, es el modelo de sexualidad que nos “han impuesto” o transmitido por la cultura en la que vivimos; herencia de un modelo sexual reproductivo basado en la sexualidad como medio de procreación, centrado casi exclusivamente en los genitales y en el coito, y en el que se perpetúan roles sexistas y desigualitarios.
Una forma de vivir la sexualidad poco natural, llena de miedos, vergüenzas, metas, exigencias, donde nos dejan muy poco espacio para la libertad, la individualidad, para integral la dimensión de la sexualidad como cualquier otra de nuestra vida, no nos deja crecer en este terreno.
Este modelo de sexualidad está centrado en el “rendimiento genital” y no en la búsqueda de relaciones placenteras donde el objetivo final sea el disfrute de los sentidos. Es el origen de muchos problemas y dificultades en la sexualidad de las personas, pues nos hace vivirla como una carrera, un llegar a una meta, un tener que “cumplir” con la otra persona, y con nosotros/as mismos/as.
Esto puede llevar a niveles de ansiedad (por ejecución) en la relación sexual que no conduce más que a dificultades para estar en contacto con nuestro cuerpo, y que no favorece en nada una vivencia placentera y relajada de la sexualidad.
Cuando hablamos sobre sexualidad, o sobre un contacto sexual, la mayoría de las veces olvidamos, si no desconocemos, que se trata ni más ni menos de conseguir placer a través de todo nuestro cuerpo, una forma de relacionarnos, de comunicarnos con el otro o con nosotros/as mismos/as, íntimamente, tanto física como emocionalmente, de forma placentera y libre.
Mantener una relación sexual es proporcionarnos placer mutuamente. Es comunicarnos, expresar lo que sentimos a través de nuestro cuerpo y el de nuestra pareja.
Todo nuestro cuerpo está capacitado para proporcionarnos placer, y esto es algo que no debemos ni olvidar ni desaprovechar.
No debemos reducir la sexualidad siempre a las mismas prácticas o pensar que si no se dan los tres elementos anteriores, o al menos uno de ellos en una práctica sexual, no hay una verdadera relación sexual o esta es incompleta o menos placentera.
Si no dejamos que los demás tomen decisiones por nosotros en los otros aspectos de nuestra vida, ¿por qué vamos a dejar que lo hagan en algo tan íntimo como la sexualidad?, ¿por qué nos limitamos a hacer casi siempre lo mismo y casi todos igual?, ¿por qué no explorar y descubrir mi sexualidad o nuestra sexualidad (la de mi pareja y la mía)?
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Tags: Derechos, Humanos, Libertad, Opciones, plenitud, Sexología, Sexuales, Sexualidad