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14 diciembre 2021
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La sexualidad suele ser un tema bastante atractivo en cualquier reunión que se precie, al igual de ser un tema que despierta la curiosidad y la introversión de otros. Desde hace unos años se intenta que pase de ser un “tabú” a un aspecto de la vida que necesita una implicación educativa desde la infancia madura por las consecuencias a las que conlleva su insuficiente o desacertado conocimiento. Esto depara en que cada vez más las redes sociales sean un escaparate de numerosas revelaciones, curiosidades, datos desconocidos y a veces erróneos (no vamos a pararnos en este aspecto que daría lugar a varios “posts”); e incluso sirvan de motivación para dejar de silenciar uno de los aspectos fundamentales y que está presente en todas las vidas humanas de una manera u otra.
A pesar de la visibilidad que se le viene dando, y que hasta inclusos algunos “twitteros” llegan a afirmar que ahora el tema tabú es el “amor” y no el “sexo”, me he dado cuenta que seguimos asociando el deseo y el comportamiento sexual a la juventud. De hecho, apostaría varias de mis posesiones más preciadas a que si preguntamos a distintas personas por la calle sobre la frecuencia de la actividad sexual que cree que las personas mayores tienen, más de dos, de tres y de cuatro patinaría en su respuesta. Aunque varias investigaciones tumban esta concepción, el modelo biomédico predominante continúa alentando la idea de que los cambios físicos junto con la medicación propia de una vida larga conllevan directamente un gran descenso tanto en el deseo como en el comportamiento sexual de la población mayor. Lo que ocurre con esta creencia tan arraigada es lo que pasa con otros muchos temas que están cojos de un correcto conocimiento en la población, y es que estas mismas personas se comportan en coherencia con lo que suponen los cambios de la edad, sin llegar a intentar ni siquiera modificaciones de su actividad sexual en función de sus nuevas necesidades porque aparece el famoso fenómeno de la “profecía autocumplida”.
Artículos como el de DeLamater, Koepsel y Johnson (2019), evidencian una paradoja que, sin quitarle razón al descenso de la sexualidad en la senectud, ponen sobre la mesa unas razones sobre esta decadencia que van más allá de los factores físicos y de la supuesta “falta de deseo”. Esta investigación reúne datos que le aportan más peso a variables psicológicas como la importancia de la intimidad en la pareja, la adaptación a los cambios físicos por los que atraviesan en cada etapa o las creencias asociadas a la limitación que supone no considerarse atractiva\os para sus respectivas parejas por el paso de los años. Conclusiones como estas, dejan entrever la necesidad de una mayor educación y apoyo en la sexualidad de los mayores para que tener más edad no se asocie directamente con tener que abandonar o dar por perdido un aspecto de la vida tan relevante y que conlleva tantos beneficios demostrados tanto a nivel físico como mental.
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Tags: pareja, salud sexual, senectud, Sexualidad, vejez, vida en pareja